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Fidel Herráez

El próximo 30 de octubre cumplirá 4 años desde que tomó posesión como Arzobispo de Burgos.  A los pocos días anunció uno de sus principales objetivos, a los que dedicaría buena parte de su tiempo: visitar cada una de las más de 1.000 parroquias con que cuenta este territorio, también todos sus conventos y monasterios. Al margen de los centros que pudieran depender de la Iglesia Católica, desde la sede de Cáritas, a comedores gratuitos, colegios, etc, donde también ha acudido.

Con sus 75 años a cuestas sigue recorriendo la provincia de Burgos, no está lejos de culminar su meta, y mantiene una labor infatigable. El teléfono abierto a cualquier hora, asegura que no necesita dormir mucho, y con la mano tendida para quien quiera pedirle algo. Como en todo gobierno de una institución hay luces y sombras, pero en esta prevalecen mucho más las primeras que las segundas.

Ha decidido ponerle el cascabel al gato a la falta de sacerdotes en la diócesis, intentando unir diferentes zonas y arciprestazgos en el momento de impartir los sacramentos o celebrar la Misa. Le va a costar más que al gobierno regional implantar la reordenación del territorio, porque la Junta, al menos, cuenta con dinero para mejorar las mancomunidades.

No se encuentran los católicos en su mejor momento. Pesan muchos los errores personales, pero la fe también se asienta en la dificultad. Y, sobre todo, en formar parte de una comunidad, algo en lo que al arzobispo le gusta insistir con bastante frecuencia. El número de seminaristas apenas sube y el de asistentes a la Eucaristía también disminuye. Además, algunos miembros de la Jerarquía o no han sabido explicarse, o han errado a la hora de trasladar el mensaje del Evangelio. Trabajo no falta.

Incluso don Fidel ha sido capaz durante su poco tiempo al frente del Arzobispado de empujar para encontrar una solución a la falta de calefacción de la Catedral, porque si ya hace frío fuera en invierno, dentro todavía más. Se han puesto de acuerdo todas las partes y están decididos a que en la fecha histórica del 2021 esté toda la obra finalizada.

Ha querido además convocar una Asamblea diocesana, que para la mayoría de burgaleses sonará a chino, pero donde se pretende escuchar a todos aquellos que quieran dar su opinión sobre algunos aspectos del papel de los católicos en el mundo, y más en concreto en esta diócesis. También finalizará en el 2021.

Y en lo que parece empeñado con la Fundación creada al efecto es que el camino al VIII centenario de la primera piedra de la Catedral de Burgos, una de las más admiradas del mundo y la única Patrimonio de la Humanidad, sea un camino para la mejora de la diócesis y de los habitantes de esta provincia, y todos los que se acerquen a ella, además de para disfrutar de la seo y de las actividades que se generen en torno a la misma. Depende del Papa ahora, una vez que el arzobispo ha cumplido ya los 75 años, que continúe en la diócesis hasta el 2021. Y sea la que sea la decisión, si de algo hay seguridad, es que lo asumirá con sencillez y recogimiento.

Marca Burgos

 

La rejuvenecida sede de Telefónica en la sede de la Gran Vía madrileña –fue el primer ‘rascacielos’ de la ciudad que sufrió los efectos de la guerra-, remodelada a lo largo del tiempo y ahora convertida en su imagen, donde alberga además su nuevo Espacio de la Fundación y su innovadora tienda, será la sede hoy martes de la presentación de la Marca de Burgos en la capital de España. Un evento que se enmarca en el paso del ecuador de la Capital Española de la Gastronomía y que servirá de lanzamiento de una campaña de publicidad en una Comunidad de la que proceden la mayoría de los visitantes que se acercan por Burgos o por su provincia. El mercado madrileño es también mercado nacional, puesto que las acciones que se enmarcan en la capital española tiene una mayor repercusión en todo el territorio del país. Con ese fin, se ha elegido un lugar emblemático en una comunidad que alberga más de seis millones de habitantes, y donde muchos pretenden escapar cada vez que el tiempo y la economía se lo permiten.

La sonrisa de Burgos se extenderá ya más allá de la balconada del Teatro Principal con el objetivo de que no sea simplemente un logotipo sino que revierta en la imagen de la capital y vaya destinado a convertirse, al menos ese debería ser el fin, en un fenómeno socioeconómico que acabe promocionando esos valores que parece que nunca acaban de definir a Burgos y los burgaleses, más allá de los habituales tópicos, alimentados por nosotros mismos, y que niegan muchos de los que nos visitan, una vez que pisan sus calles y charlan con sus vecinos. Ser de Burgos, como de San Sebastián, Zaragoza, Tarragona, Sevilla o Gijón, puede imprimir un carácter, pero el mismo también se adapta a todas las circunstancias. Y no hay más que recordar el Burgos del inicio de los años setenta o los ochenta del siglo XX, al Burgos de la segunda década del siglo XXI. Pocas localidades de Castilla y León habrán cambiado tanto.

Eso sí, sería quizá demasiado pretencioso intentar conseguir que con solo la Marca de Burgos se consiga la instalación de nuevas empresas en Burgos, alcanzar el número 1 en el número de turistas, y trasladar toda la tradición culinaria del País Vasco al Paseo del Espolón. Pero hay que dar pasos en una sociedad cada vez más competitiva y donde las comunidades autónomas, o las propias capitales, se miran unas a otras para ver en qué somos comparables. Por eso, pese a las miles de encuestas realizadas, a los estudios encargados, a las opiniones de los estudiosos, es importante tener claro nuestras diferencias y en qué podemos mantener un liderazgo y alcanzarlo. Pocos territorios pueden tener tres lugares Patrimonio de la Humanidad, como el Camino, la Catedral y Atapuerca, con varias candidaturas además pendientes: las icnitas de dinosaurios, el románico norte, el casco histórico de la capital. Pocos albergan el mayor número de restos fósiles del mundo del paleolítico medio y casi del inferior. Poca gente no sabe qué es la morcilla de Burgos o quién era don Rodrigo Díaz de Vivar. Pero no estaría de más recordar también además de a Miguelón, nuestro hombre de Atapuerca, a los  padres de la reina Isabel, enterrados en el increíble mausoleo de la Cartuja de Miraflores, o los sepulcros de las Huelgas, 30 de ellos reales, un lujo para los ojos.

También hay muchos peros, aunque uno me come las entrañas cada vez que vuelvo por la autopista desde Barcelona o Zaragoza hacia Burgos que anuncian el ‘Bilbao Exhibition Centre BEC’ cada pocos kilómetros. Ya utilice este espacio para solicitar una señalización mejor, y aprovechando la expansión de la Marca, reitero mi petición.

Los tres tenores

El 30 de noviembre de 2000 el sitio arqueológico de Atapuerca, como así declaraba la Unesco, quedaba inscrito en la lista de Patrimonio de la Humanidad. Sería el tercero de la provincia de Burgos, tras la Catedral y el Camino de Santiago. Mientras, a la espera, se encuentran candidaturas como las icnitas de los dinosaurios de Salas, en conjunto con el resto de España; el claustro de Silos; el románico norte de Burgos, Santander y Palencia; o el centro histórico de Burgos en esa ampliación que se pretende realizar con la Catedral. En el caso de Atapuerca era la culminación de un trabajo de investigación de más de 20 años tras encontrar los vestigios de los primeros pobladores europeos, una especie nueva, el Antecessor, acreditaba ya por todos los especialistas.  Ya se habían descubierto también fósiles tan importantes del Heidelbergensis como el cráneo 5 o la pelvis. Unos meses antes visitaba también los yacimientos el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, que se comprometía a dar un espaldarazo, si de el dependiera, a la candidatura avalada por la Junta de Castilla y León.

Muchos fueron los catalizadores que convergieron para lograr el objetivo, desde los propios científicos y excavadores, a los espeleólogos de Edelweiss, los habitantes de las localidades que abarca la Sierra, hasta ciudadanos desconocidos que colaboraron desde el primer momento, y que culminaron también en la creación de la propia Fundación. Dejo muchos nombres en el tintero, porque en este nuevo aniversario de la declaración,  es de justicia de nuevo reconocer el trabajo de Arsuaga, Bermúdez y Carbonell, el ABC de Atapuerca, en este logro. He pasado del mundo del periodismo al de la comunicación científica, y en este entorno son muy pocos los que no valoran el esfuerzo de divulgación realizado por los tres codirectores. Algunos, con voz chillona, les llegaron a denominar “los tres tenores”, para mí es más un elogio que una crítica, porque con su voz han logrado que Atapuerca, que Burgos, traspase todas las fronteras, y es precisamente lo que lamentan muchos que tienen que promocionar descubrimientos, la dificultad para que sus investigadores sean capaces de llegar al gran público, o ser al menos conocidos. Asistir a una charla de Juan Luis, de José María o de Eudald es sin duda un placer que pocos, por muy alejados que se encuentren de la Ciencia o la Prehistoria, podrían perderse.

El complejo de la Evolución Humana está en Burgos por su culpa –con el dinero de todos los ciudadanos, eso sí- porque fueron ellos los que creyeron en este empeño. Dos ya viven en Burgos y el tercero prácticamente. Aquí han creado un Máster en Evolución Humana, que en pocos años se convertirá en uno de los mejores del mundo, porque el equipo de investigación de Atapuerca goza de buena salud: Ignacio Martínez, Ana Gracia, Maria Martinón, Josep Maria Parés, Robert Sala, Emiliano Brunner, Carlos Díez …. Y un sinfín de pacientes currantes que no han perdido en ningún momento la ilusión del primer día. Recuerdo el primer premio que recibieron en esta tierra, el Martinillos de Oro de Diario de Burgos, luego llegaría el gran reconocimiento del Príncipe de Asturias, con Emiliano Aguirre de padrino de esta generación, y más tarde doctorados honoris causa, distinciones, galardones… Son además cercanos y entrañables. Y lucharán por Burgos como un burgalés más, que no hace falta haber nacido en esta vieja capital de Castilla, para promocionarla y defenderla en catalán, madrileño o vasco. Aquí mi pequeño homenaje para unos grandes tipos.

Columna publicada en Diario de Burgos el 12 de noviembre de 2012

Turismo, más y mejor

No es de extrañar que el debate sobre el turismo y su promoción fluya estos últimos meses en la provincia de Burgos. De hecho, este sector alcanza el 10 por ciento del PIB en Castilla y León, y en la situación económica que nos encontramos busca convertirse en un importante yacimiento de empleo. Además, en Burgos, la apertura del Museo de la Evolución Humana, supone una marca más que añadir para el impulso del mismo y da origen más si cabe a la controversia. Ocurre, sin embargo, que con el turismo parece deslizarse lo mismo que con el fútbol. A todos nos da por opinar sobre la promoción, la ciudad de los Congresos, las pernoctaciones, lo caro o barato de los hoteles, y pocos se sienten aludidos para profundizar en aquello que pueden y deben mejorar, desde los agentes implicados a los propios ciudadanos.

Hay quien ve la botella medio vacía (suelen ser los más, en este país ganan los pesimistas), otros medio llena. No sé si en el caso de los datos de turismo que afloran mensualmente preferiríamos menos visitas y más pernoctaciones, o más visitas y menos pernoctaciones. Si en vez de un millón de visitantes contáramos con dos millones, aunque se quedaran 1,6 días en la provincia de Burgos creo que nos daríamos por satisfechos, y no mantener un millón que se quedan 2,5 días. Lo mejor, claro, y a lo que todos aspiramos: los dos millones, 2,5 días entre nosotros.

Por comentar una cifra, Bilbao en 2010 tuvo 684.000 viajeros, muy por debajo del 1.028.259 con que contó Burgos y 1.281.521 pernoctaciones frente al 1.670.805 que tuvo Burgos. Y todavía son muchos a los que escucho que ojalá tuviésemos un Guggenheim olvidándose que para única la Catedral de Burgos. Sí es verdad que el Museo bilbaíno gozó de la presencia de 30.000 visitantes esta pasada Semana Santa, ganando por distancia al Museo de la Evolución burgalés y a la propia Catedral de Burgos más dedicada en esas fechas a los cultos propios que a las visitas turísticas. Pero Bilbao sí atrae mucho turista extranjero, procedentes sobre todo de Francia, Alemania y Reino Unido, además de un porcentaje importante de norteamericanos (por cierto en el Museo tendré ocasión de atender el sábado a una tour-operadora neoyorkina que espero disfrute de Burgos), que sí que nos interesaría que siguieran su ruta hacia Burgos en su entrada por España. De ahí que Bilbao nos afecte, al igual que Madrid o Barcelona, no solo para su población, sino para los millones de visitantes que tienen, que en el caso de la capital catalana alcanzan los 5 millones.

No debemos conformarnos con el que quien no llora no mama, porque si la competitividad empresarial con nuestro entorno es grande, en tiempos de bonanza y de crisis, en el caso del turismo la competencia es feroz, tremenda. No es momento para las lágrimas. Cada territorio, cada provincia, y hasta cada localidad, han visto en el potencial turístico que tiene España un nicho de mercado. Porque nuestro país, nuestra marca, es todavía uno de los primeros países en atraer viajeros, por detrás del coloso francés que vive del mítico París, de la Costa Azul, o de los castillos del Loira.

Ocurre, sin embargo, que en Francia las cadenas hoteleras sí han apostado por el turismo familiar, y muchas de ellas (no se trata de hacer publicidad) alquilan habitaciones por una noche donde una familia con dos hijos puede dormir por 40 ó 45 euros. Con lo que una semana viajando por aquel país podría costar unos 300 euros. En Burgos, en cambio, que es una de las provincias donde los precios de hoteles están más bajos y la calidad más alta, una semana, a una familia con dos hijos en dos habitaciones, el gasto le puede suponer 700 euros, más del doble que el modelo anterior, y eso solo en dormir.

Siento discrepar con las grandes cifras que se están manejando para Burgos si aspira a la Capitalidad Cultural Europea. Las grandes batallas se vencen en las pequeñas escaramuzas. Y de esas tenemos todos los días y habrá que ganarlas nos elijan o no para ser capital de 2016. Todavía hay millones de españoles que desconocen lo que puede ofrecer la provincia de Burgos, desde todas las aristas del prisma. Y millones de europeos que pueden encontrarse en esta tierra como en su casa.

Por otra parte, existen también miles de personas que viajan a través del ferrocarril y el avión;  del primero, parece que en Burgos nos hemos olvidado, y no solo por la distancia que debemos andar para llegar a la estación, sino por la poca frecuencia de sus servicios. Y del avión nos ocupamos más en enviar gente fuera que en traerla: los transportes, mejorables, sin duda.

Lo estamos haciendo, pero nos falta explotar lo excepcional que supone en muchos aspectos la provincia de Burgos. Más nos ocupamos de su patrimonio y de su uso, que del turismo en sí. Trabajo en el MEH y estoy rodeado de unos fósiles únicos en el mundo, que se intentan conservar a la temperatura y la luz requerida, pero soy consciente de que mi ocupación en el Museo se juzgará más por el número de turistas que atraiga, que por la imagen que del mismo se lleven los visitantes o la comunidad científica (aunque lo segundo logrará el aumento de lo primero). Porque es cierto que la inversión ha sido alta en todo el complejo de la Evolución Humana y ello ha de repercutir en beneficios para la propia ciudad y provincia.

Pero no solamente nos hacen excelentes y diferentes la Catedral y el Museo (que tengo mis dudas sobre la bondad o no de una entrada común, sí estoy seguro, en cambio, de que debe haber una venta global de la capital y la provincia), sino también lugares como la Cartuja o Las Huelgas, en la propia capital; o los yacimientos de Atapeurca, el Camino de Santiago, el Monasterio de Silos, las icnitas de Salas y Frías, por poner cuatro ejemplos de la provincia que también nos convierten en óptimos.

No hace muchos días, un amigo me comentó que basa sus viajes al extranjero con su familia buscando el Patrimonio de la Humanidad, y que encuentra grandes carteles en autopistas que le indican que está cerca de algún lugar con este reconocimiento. No estaría mal que en Burgos, donde sumamos tres y podemos alcanzar cuatro o cinco, si seguimos insistiendo en el Románico del Norte, en las huellas de los dinosaurios o en el casco histórico, también se señalen no solo en las circunvalaciones, sino en la distancia, para los que vengan o para que vuelvan los que pasan.

En Burgos podemos trabajar aún más por sumar esas potencialidades, que además con una buena gestión deberían convertir un Palacio de Congresos que es un auténtico coloso en un baluarte, según se puede comprobar si eres una de las personas que tienes la ocasión de visitar las obras. A ello lógicamente tenemos que sumar un medio ambiente increíble y una pujante gastronomía, y un enoturismo creciente que sumar a esta oferta. Solo nos falta la playa, pero París tampoco la tiene y cuenta con más de diez millones de turistas al año.

(Publicado en Diario de Burgos el 9 de mayo)