No es de extrañar que el debate sobre el turismo y su promoción fluya estos últimos meses en la provincia de Burgos. De hecho, este sector alcanza el 10 por ciento del PIB en Castilla y León, y en la situación económica que nos encontramos busca convertirse en un importante yacimiento de empleo. Además, en Burgos, la apertura del Museo de la Evolución Humana, supone una marca más que añadir para el impulso del mismo y da origen más si cabe a la controversia. Ocurre, sin embargo, que con el turismo parece deslizarse lo mismo que con el fútbol. A todos nos da por opinar sobre la promoción, la ciudad de los Congresos, las pernoctaciones, lo caro o barato de los hoteles, y pocos se sienten aludidos para profundizar en aquello que pueden y deben mejorar, desde los agentes implicados a los propios ciudadanos.
Hay quien ve la botella medio vacía (suelen ser los más, en este país ganan los pesimistas), otros medio llena. No sé si en el caso de los datos de turismo que afloran mensualmente preferiríamos menos visitas y más pernoctaciones, o más visitas y menos pernoctaciones. Si en vez de un millón de visitantes contáramos con dos millones, aunque se quedaran 1,6 días en la provincia de Burgos creo que nos daríamos por satisfechos, y no mantener un millón que se quedan 2,5 días. Lo mejor, claro, y a lo que todos aspiramos: los dos millones, 2,5 días entre nosotros.
Por comentar una cifra, Bilbao en 2010 tuvo 684.000 viajeros, muy por debajo del 1.028.259 con que contó Burgos y 1.281.521 pernoctaciones frente al 1.670.805 que tuvo Burgos. Y todavía son muchos a los que escucho que ojalá tuviésemos un Guggenheim olvidándose que para única la Catedral de Burgos. Sí es verdad que el Museo bilbaíno gozó de la presencia de 30.000 visitantes esta pasada Semana Santa, ganando por distancia al Museo de la Evolución burgalés y a la propia Catedral de Burgos más dedicada en esas fechas a los cultos propios que a las visitas turísticas. Pero Bilbao sí atrae mucho turista extranjero, procedentes sobre todo de Francia, Alemania y Reino Unido, además de un porcentaje importante de norteamericanos (por cierto en el Museo tendré ocasión de atender el sábado a una tour-operadora neoyorkina que espero disfrute de Burgos), que sí que nos interesaría que siguieran su ruta hacia Burgos en su entrada por España. De ahí que Bilbao nos afecte, al igual que Madrid o Barcelona, no solo para su población, sino para los millones de visitantes que tienen, que en el caso de la capital catalana alcanzan los 5 millones.
No debemos conformarnos con el que quien no llora no mama, porque si la competitividad empresarial con nuestro entorno es grande, en tiempos de bonanza y de crisis, en el caso del turismo la competencia es feroz, tremenda. No es momento para las lágrimas. Cada territorio, cada provincia, y hasta cada localidad, han visto en el potencial turístico que tiene España un nicho de mercado. Porque nuestro país, nuestra marca, es todavía uno de los primeros países en atraer viajeros, por detrás del coloso francés que vive del mítico París, de la Costa Azul, o de los castillos del Loira.
Ocurre, sin embargo, que en Francia las cadenas hoteleras sí han apostado por el turismo familiar, y muchas de ellas (no se trata de hacer publicidad) alquilan habitaciones por una noche donde una familia con dos hijos puede dormir por 40 ó 45 euros. Con lo que una semana viajando por aquel país podría costar unos 300 euros. En Burgos, en cambio, que es una de las provincias donde los precios de hoteles están más bajos y la calidad más alta, una semana, a una familia con dos hijos en dos habitaciones, el gasto le puede suponer 700 euros, más del doble que el modelo anterior, y eso solo en dormir.
Siento discrepar con las grandes cifras que se están manejando para Burgos si aspira a la Capitalidad Cultural Europea. Las grandes batallas se vencen en las pequeñas escaramuzas. Y de esas tenemos todos los días y habrá que ganarlas nos elijan o no para ser capital de 2016. Todavía hay millones de españoles que desconocen lo que puede ofrecer la provincia de Burgos, desde todas las aristas del prisma. Y millones de europeos que pueden encontrarse en esta tierra como en su casa.
Por otra parte, existen también miles de personas que viajan a través del ferrocarril y el avión; del primero, parece que en Burgos nos hemos olvidado, y no solo por la distancia que debemos andar para llegar a la estación, sino por la poca frecuencia de sus servicios. Y del avión nos ocupamos más en enviar gente fuera que en traerla: los transportes, mejorables, sin duda.
Lo estamos haciendo, pero nos falta explotar lo excepcional que supone en muchos aspectos la provincia de Burgos. Más nos ocupamos de su patrimonio y de su uso, que del turismo en sí. Trabajo en el MEH y estoy rodeado de unos fósiles únicos en el mundo, que se intentan conservar a la temperatura y la luz requerida, pero soy consciente de que mi ocupación en el Museo se juzgará más por el número de turistas que atraiga, que por la imagen que del mismo se lleven los visitantes o la comunidad científica (aunque lo segundo logrará el aumento de lo primero). Porque es cierto que la inversión ha sido alta en todo el complejo de la Evolución Humana y ello ha de repercutir en beneficios para la propia ciudad y provincia.
Pero no solamente nos hacen excelentes y diferentes la Catedral y el Museo (que tengo mis dudas sobre la bondad o no de una entrada común, sí estoy seguro, en cambio, de que debe haber una venta global de la capital y la provincia), sino también lugares como la Cartuja o Las Huelgas, en la propia capital; o los yacimientos de Atapeurca, el Camino de Santiago, el Monasterio de Silos, las icnitas de Salas y Frías, por poner cuatro ejemplos de la provincia que también nos convierten en óptimos.
No hace muchos días, un amigo me comentó que basa sus viajes al extranjero con su familia buscando el Patrimonio de la Humanidad, y que encuentra grandes carteles en autopistas que le indican que está cerca de algún lugar con este reconocimiento. No estaría mal que en Burgos, donde sumamos tres y podemos alcanzar cuatro o cinco, si seguimos insistiendo en el Románico del Norte, en las huellas de los dinosaurios o en el casco histórico, también se señalen no solo en las circunvalaciones, sino en la distancia, para los que vengan o para que vuelvan los que pasan.
En Burgos podemos trabajar aún más por sumar esas potencialidades, que además con una buena gestión deberían convertir un Palacio de Congresos que es un auténtico coloso en un baluarte, según se puede comprobar si eres una de las personas que tienes la ocasión de visitar las obras. A ello lógicamente tenemos que sumar un medio ambiente increíble y una pujante gastronomía, y un enoturismo creciente que sumar a esta oferta. Solo nos falta la playa, pero París tampoco la tiene y cuenta con más de diez millones de turistas al año.
(Publicado en Diario de Burgos el 9 de mayo)