Archivo por meses: marzo 2022

La calle es nuestra

A la calle, que ya es hora/ de que escribamos la historia/ nadie ha podido ni puede/sepultar nuestra memoria.

Armados hasta los dientes de razones/borrado hasta en las paredes nuestro nombre/recuperamos pasado golpe a golpe/que nadie encarcela el aire entre barrotes./Ya no hay ni yugos ni flechas contra el hombre/hemos ganado la paz sin condiciones.

Si todos saben quién somos/porque vinimos de lejos/puesto que nada perdemos/el futuro será nuestro.

Estamos perdiendo el miedo a tantas cosas/se aprende la libertad viendo su forma/cada batalla ganada desde ahora/va reduciendo a cenizas su memoria.
Cantamos contra una paz de cementerios,/cantamos contra quien quiera someternos.

Alzado sobre los muertos/todo el coraje del pueblo/reconstruyendo banderas
desplegándolas al viento.

Probablemente esta letra les suene muy poco a la mayoría de los lectores de esta Página Par. Solo a los seguidores de Víctor Manuel, cantautor patrimonio de la izquierda, y a asturianos que seguimos la música al margen del color de la bandera.

La calle es nuestra se escribió en un momento donde los opositores al régimen franquista sufrieron la cárcel y la falta de libertad, pero también en unas circunstancias en que se veía el proceso de apertura que iba a suceder a la dictadura.

Hemos vivido ya 45 años de una democracia,  que posiblemente no sea el mejor de los regímenes posibles, pero nos ha permitido a todos defender nuestras ideas y vivir en libertad. Nos han gobernado en España mandatarios de uno y otro signo, del centro, de la derecha, de la izquierda,  y coaliciones que pueden llegar a los extremos, más ahora no estamos viviendo el mejor de los momentos. Y parece que algunos políticos son los expendedores del carnet de cómo se debe pensar y actuar.

Pero la calle es de todos, de los cantautores, de los artistas, de los autónomos, de los agricultores y pescadores, de las familias, de los mayores, de los niños… Y todos tienen el derecho de gritar y que se les escuche. Un verbo del que no suelen utilizar el gerundio y al que algunos renuncian, como acaba de hacer la vicepresidenta Yolanda que quería empezar su campaña por todo el país, precisamente escuchando. O como no le ha quedado más remedio que hacerlo a algunas ministras con personas que con los rendimientos de su trabajo no llegan a finales de mes en la crisis actual. Al final Rufián va a tener razón y a algunos les falta pisar la calle ahora que no es solo suya.

   

25 años de los Príncipe de Asturias a Atapuerca

Quizá a muchos les cueste entender como una música y una letra que los asturianos hemos adoptado como Himno sea capaz de emocionar, salvo ayudados nuestros sentimientos por unos cuantos vasos de sidra. Dicen que tenemos un corazón muy grande, y que eso cuenta, pero también he de decir que hay un momento a lo largo del año que escuchar el himno engrandece el alma y es en la entrega de los Premios Príncipe/Princesa de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo, en la que una legión de gaitas interpreta esa sintonía y a los buenos rapaces la carne se les pone la carne de gallina.

La primera vez que escuche presencialmente la música gaitera del Asturias Patria Querida –antes lo había visto a través de la televisión o la radio, y procuro cada año no faltar a la cita- fue hace ahora veinticinco años, en 1997, con motivo de la entrega de estos galardones al equipo investigador de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Allí estuve acompañando –y trabajando- a Emiliano Aguirre, Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell, junto a mi compañero Jesús Javier Matías. Una foto del álbum que acababa de mirar la he aprovechado para subirla a las redes sociales, para vernos más jóvenes, eso sí.

Junto a los científicos recibieron también el premio Vittorio Gassman, Martín de Riquer, Mstislav Rostropovich y Yehudi Menuhin, Vaclav Havel, CNN, el Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria del país, Álvaro Mutis y el equipo español de Maratón después de sendas victorias años anteriores en el Campeonato de Europa y en la Copa del Mundo. ¡Vaya pódium de ases en todas las categorías! Lo que con toda naturalidad hubiéramos tildado de señorío en cada una de las facetas.

No fue el primer galardón que recibieron los directores de las excavaciones en nombre de todo el equipo. Unos meses antes  Diario de Burgos les había otorgado la distinción en la primera edición de los Martinillos. A los codirectores que compartieron premio con Modesto Ciruelos, Purificación Santamarta, los funcionarios de prisiones –que luchaban por la liberación de Ortega Lara- y a título póstumo con los maristas burgaleses asesinados en Zaire.

La recompensa al trabajo en Atapuerca  a través de las palabras del ahora Rey Felipe de Borbón fue el estímulo necesario para un impulso que llevaría por todo el mundo los descubrimientos en esta sierra burgalesa, un esfuerzo que lleva más de 40 años de manera ininterrumpida.

Años después llegaría la declaración de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, y siempre la publicación en las grandes revistas científicas de los hallazgos en Galería, Sima del Elefante, Sima de los Huesos o recientemente el ADN neandertal en la Galería de las Estatuas…. Y lo que está por venir, que como asegura Bermúdez puede convertirse en una orgía cuando se acerquen de forma definitiva al TD6 de Trinchera, donde aparecieron los primeros restos de Homo antecessor.

En Burgos, y no por esnobismo, se espera que alguno de esos hallazgos que llegarán reciba un nombre burgalés. Ya podemos contar con la mandíbula de Jimena, una antecessor jovencilla, pero no sería mala idea buscarle una pareja reconocida.

Evolución humana

España está llena de maestros de la radio a todos los niveles, en todo tipo de programas, horarios y demarcación geográfica. Escuchas historias que apabullan, otras que te conmueven, y algunas que te hacen llorar. Es cierto que jugar con el sentimiento es a veces una trampa. Pero es la vida, el día a día de nuestro acontecer. Y si en un corto espacio de tiempo nos hemos encontrado con una pandemia mundial, con un volcán que ha concitado todo el interés y con una guerra que implica a toda Europa –las de África parecen sernos ajenas- pues esas pasiones afloran y llegan a estremecerte. Es oír a uno de estos locutores una charla con una mujer huida de la invasión de su país, acompañada de tres churumbeles, sin destino conocido y sabiendo que no sabe si volverá a ver a su marido, que te acongojas.

Y hablo de la radio porque parece lo más directo, con un teléfono basta. Y la voz conmueve. Y es  lo mismo que encuentres en sucesivos días a Alsina, a Herrera, a Francino o a Javi Nieves. Les localizas próximos e implicados. La pandemia nos ha hecho conocer esos mundos del dolor, en todos los medios y de todos los colores. Y tanto con el Covid como con la invasión de Ucrania por Putin esos relatos están llenos también de solidaridad.

 

Ahora, cada día de todos los puntos de España, y desde Burgos, siempre Burgos cuando se habla de ayudas, están saliendo coches, furgonetas, camiones e incluso autobuses fletados por empresarios para aportar medicinas, comida, mantas, donadas por miles, por decenas de miles de ciudadanos españoles, para recoger madres con pequeñajos de todas las edades, porque los de 18 ya tienen que empuñar un fúsil para defender su tierra, su historia, su patria contra el oso ruso.

 

En nuestro país viven más de 110.000 ucranianos empadronados, más todos aquellos que no lo han hecho. Y se ve que les gusta España, cuánta gente nos encontramos entrevistada por medios de comunicación en Ucrania que habla perfectamente el castellano. Estos inmigrantes en la piel de toro también se han movilizado, y han hecho movilizarse a otras miles de personas. Se han puesto en contacto con sus familiares en el país bombardeado y se están produciendo agrupamientos familiares increíbles. España está respondiendo a esta llamada caótica, y no solo nosotros, también Europa parece haber escuchado, y Polonia, tan criticada otras veces, y tan respetada en esta ocasión  cuando intenta acoger a más de un millón largo de refugiados que atraviesan la frontera.

 

Si a esta especie no le falta corazón es que nuestra evolución ha ido a mejor. Y si todavía mantenemos la fe en el ser humano es que podemos ser excelentes y no caminamos a una nueva extinción.

 

 

 

 

La edad de oro

El principal tema por el que me encuentro satisfecho con el ‘nombramiento’ de Alberto Núñez Feijooo –pongan ustedes el acento donde quieran- es que será presidente del PP con  60 años. Vamos, de mi promoción, y está como un chaval, cosa que no todos podemos decir, salvo que comencemos a leer libros de autoayuda para cada vez que nos ponemos delante del espejo, como le pedía Herrera a Rajoy, y reflexionemos sobre lo que hemos pasado y lo que nos resta por transcurrir, seamos conscientes de que seguimos vivos.

El hecho de que Núñez lidere la formación de centro derecha puede servir de acicate para aquellos que todavía pensamos que la década de los sesenta debe ser una particular edad de oro, además de la de la jubilación, si es que nos dejan.

La muerte sigue siendo un tabú, y confío en que el libro que acaban de escribir Arsuaga y Millás (La muerte contada por un sapiens a un neandertal)  y que se presentó en el Museo de la Evolución sirva para ‘normalizarla’ si es que es posible utilizar este verbo para una situación tan trascendente, porque aunque sea un hecho natural hay numerosas maneras de afrontarla, y más en estos momentos, con una nueva guerra retransmitida en directo pero donde el número de fallecidos nunca se conocerá realmente para no menguar la actitud de los soldados, ni de la población. Y la imagen de aquellos que han vuelto a su patria para defenderla de la invasión  del enemigo.

Recientemente una mujer me preguntaba si iría al campo de batalla si agreden a tu país. Ella me dijo que sí. Uno particularmente no se ve en forma para ello, y tampoco sabe si merece la pena, pero habría que situarse en ese momento realmente para confirmarlo.

Dicen Arsuaga y Millás que no nos planteamos la eternidad, sino que nos preocupa que nos duelan las muelas, los juanetes… o enfermedades como la osteoporosis o el cáncer. Hay enfermedades de hombres y de mujeres que comienzan a manifestarse a partir de los 50 cuando comenzamos a envejecer, y eso puede ser un ejemplo.

Este debate ha generado también otro, el de cuándo somos mayores, viejos, veteranos… o como decía uno de mis sobrinos hace años, más pequeño, al visitar Atapuerca: hombres antiguos. Hace cuarenta años, confirmar que tenías 60  significaba que ya estabas en esa tercera edad a la que no se quería llegar. Ahora, por miedo a envejecer el que te lo dice, insiste en que eres joven, aunque estés empastillado varias veces al día. Vale, la media de nuestra vida se está alargando, pero ¿merece la pena?

Con el tabú de la muerte, con el miedo a que llegue –del que nadie nos escapamos- ni nos lo planteamos, pero es necesario dar un sentido a nuestra vida, mejor tarde que nunca. No estamos aquí por azar, ¿o sí? Varias veces le he oído a Arsuaga una reflexión de Voltaire (al que cita mucho) y es que espera de Dios, al final de la vida, que haga su trabajo, que es perdonar. Yo también lo espero.

 

Dieta tecnológica

La dieta alimenticia forma parte de la vida diaria de muchas personas. Por diversos motivos, por su obesidad, o por lo contrario. Por imagen, o por obsesión. Por necesidad la mayoría de las ocasiones: desde la prohibición a comer con gluten, con lactosa o con sal… Pero casi siempre podemos reservarnos un día para tirarla por la ventana, echar una cana al aire, y tomarnos esa olla podrida que tanto tiempo estuvimos esperando, aunque luego tengamos que arrepentirnos durante unas horas pero sarna con gusto no pica.

Pero hay otra dieta que nos ayudaría  a saborear de verdad la vida. Ejercer una sana dieta digital, saber prescindir a lo largo de la semana, en algunas circunstancias, de los dispositivos electrónicos, de los que nos acompañan en el bolsillo o cuelgan de la cintura. Contemplar la naturaleza, sin necesidad ni siquiera de escuchar un click es un alto placer. Leer un buen libro, degustar una película o una serie de televisión sin obligación de subir nuestra opinión en ese momento a las redes sociales es un goce, y comer con  unos amigos con el móvil en silencio o apagado es una ocasión de deleitarnos.

Todo esto requiere en algunos casos hasta un sobreesfuerzo, pero sabemos que podemos conseguirlo porque no hace tiempo era así nuestra vida. Incluso llegábamos a no coger el teléfono fijo durante los encuentros familiares. Y a jugar en la calle detrás de un balón, con unas canicas, o con unas chapas con caras de ciclistas en la alfombra de casa. Quizás nos hayamos olvidado de la importancia del silencio para poder no solo dar sino recibir. Y podemos recibir mucho.

Una dieta no supone la supresión del uso de un aparato del que somos incapaces de utilizar todos los recursos, sino limitarlo en algunas ocasiones. Es probable, por mucho que los agoreros afirmen lo contrario, que delante de la pantalla socialicemos todavía más que en una tertulia de café. Que nos ayude a hacer cosas juntos. ¡Cuánto han aumentado los encuentros digitales en pandemia y hemos conocido a tanta gente a la que no hubiéramos llegado en otras circunstancias! He escuchado a muchos adolescentes hablar mucho más media hora frente a la pantalla a sus amigos, que probablemente en toda la semana a sus padres. ¡Qué útil es la agenda del móvil para aquellos que vamos perdiendo la memoria y necesitamos que nos recuerden nuestros compromisos!

Conversamos más, cierto, pero al mismo tiempo debemos aprender del silencio. Es justo y necesario.