La Escuela de Teatro de Burgos forma parte de la historia reciente de la ciudad. Son cientos los chavales, desde los más pequeños a los más grandes, que han pasado por sus aulas en el Francisco Salinas. La mantiene el Ayuntamiento que ha visto a lo largo de estas décadas –más de 30 años ya- que en esta capital hay talento y talante. Y desparpajo. De ella, de sus egresados, han surgido grupos de teatro aficionados y algunos de sus alumnos sobreviven en este mundo tan complicado. Pocos, lamentablemente, se pueden dedicar profesionalmente a este arte.
Al poco de llegar a Burgos conocí a Fernando Quintana, el gran hombre de las tablas burgalesas, ahora ya jubilado de la Escuela, aunque sigue con su grupo Ágora sorprendiendo y entreteniendo. En su entorno creo un equipo con calidad y capaz de enamorar a estos jóvenes que cuando compatibilizaban el Teatro con otros estudios, dedicaban más de ocho o nueve horas diarias a su formación… por amor al arte.
Jesús, Gerardo, Pepillo, Carmen, Gema… fueron los primeros ex alumnos con los que llegue a colaborar en los primeros pasos de la televisión local. Ellos estarán siempre ligados al Francisco Salinas, junto con muchos de sus compañeros. La Escuela ahora tiene que pasar por la nueva ley de contratación que afecta no solo a este centro, sino a otros de la provincia de Burgos y del resto de España. La subvención dejará de ser el sistema para gestionarla y deberá salir a concurso con la libre concurrencia de empresas, asociaciones, etc. Con una serie de condiciones en las que parece evidente que tendrán que presentar un plan de trabajo, mostrar los currículums de sus profesores, conocer a los autores de esta tierra y esta región, etc. Lo que acabe diciendo el pliego en definitiva, y por otro lado tendrán que ajustarse al presupuesto. Los más de treinta años de experiencia de sus actuales gestores les avalan.
Pero aquí siempre se presenta el peligro de que la adjudicación esté más valorada por el ahorro que por el talento y jugarnos con ello el futuro de la propia Escuela municipal de Teatro.
Mientras tanto, hay que estudiar el modo de que acabe bien el 19-20, y adjudicar la gestión del 20-21 antes de la finalización de este curso. Los profesores miran todo con recelo, los alumnos y sus familias con preocupación. No dudo de que el Ayuntamiento con su alcalde a la cabeza tenga intención de mantener la misma. Y tendrán que sumarse también si no todos la mayoría de los grupos políticos municipales. Pero habrá que ver la manera de que no pierda ni la calidad, ni el trabajo, ni la ilusión de los que actualmente la gestionan. Porque todos necesitamos encontrar un momento, un lugar, un texto, una obra, donde pensar y soñar.