Son las más importantes. Esas que creemos que pasan desapercibidas y que llevaron a Joan Manuel Serrat a crear una de las canciones más bonitas de su vida como compositor y cantante. Son aquellas pequeñas cosas que “el viento arrastra allá o aquí, que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve”.
A veces es un momento, un paseo, el recuerdo de una canción, una mirada, unas palabras a tiempo… que en el recuerdo te hacen sonreír. Cada uno a buen seguro si se sumerge en la memoria se acordará de ellas. Pero también esas cosas pequeñas son las que separan un buen profesional de un inútil, aquel que cuida los detalles y les da importancia, por pequeños que nos parezcan, a otros que los abandonan porque aparentemente no dan la relevancia necesaria. Y puedo certificar, por experiencia, que son mucho mejores aquellos trabajadores que se ocupan de los detalles que los que se despreocupan de ellos.
Pero esas cosas –pequeñas o grandes- también cuentan en la relación con las personas, con devolver un saludo, en el trato humano con los compañeros de trabajo… He conocido a gente, desgraciadamente unos cuantos, que en la competición veía la competencia, cuando la colaboración y compartir el conocimiento son algunos de los mayores placeres de los que puedes disponer en tu ambiente laboral y que mejoran el mismo. Personas que se guardaban información porque suponían que quien dispone de ella tiene el poder. Valientes tontos. Ocurre, sin embargo, que muchos comparten la misma idea y ahí hemos pasado a que se valore más el individualismo que los equipos, y más a los chapuzas que a la buena gente; no sea que en tu equipo te vayas a encontrar con gente que lo hace mejor que tú y al final quedes en evidencia.
Saben, el primer Gran Canciller de la Universidad de Navarra donde estudié, San Josemaría, que celebra su festividad mañana día 26, escribió en uno de sus libros más conocidos: “Esa palabra acertada, el chiste que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta; aquel silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes…” como una guía para personas que quieren ser mejores.
Y, sobre todo, una cosa, y no tan pequeña, es la franqueza, la mirada a los ojos, y la sinceridad. Y en estos tiempos donde a veces hay que ser tan sutil con el vocabulario para intentar no dañar a nadie nos olvidamos de lo fundamental.