En una de las pocas tertulias radiofónicas que suelo escuchar (por las mañanas frecuento el Buenos días de Javi Nieves y Mar Amate, ya saben, por eso de pasar las primeras horas con una sonrisa y dispuesto al optimismo) uno de los periodistas, experto portavoz ya de gobiernos del centro derecha anterior, afirmaba que Mariano Rajoy podría pasar a la historia por ser el mejor presidente de la democracia… o el peor. Para lo segundo tiene que esforzarse poco, para lo primero, comenzar a trabajar como lo hizo desde el discurso de investidura, donde dijo lo que muchos piensan, con sentido común, un sentido que debe guardar y no perderse por los aplausos de sus diputados –a veces extemporáneos- , ni el trinar de empresarios y banqueros, donde debe demostrar esa independencia que asegura que conserva.
Aseveró en su intervención cosas que muchos españoles conocen pero que necesitan escucharlas de un presidente del Gobierno porque todos saben que en una familia donde comen dos, lo hacen cuatro, que la Sanidad debe ser la misma en todas las Comunidades Autónomas, que en España llevamos un desfase con el resto de Europa de más de cuarenta años en el conocimiento de idiomas, especialmente del inglés, y eso no se soluciona exclusivamente en el colegio, ahí sí que necesitamos una inmersión lingüística desde el cine y la televisión. Insistió en que no quería que esta fuera la primera generación de jóvenes que vivieran peor que sus padres, y sus recetas fueron claras: esfuerzo y trabajo. Adquirió un compromiso para los próximos tres meses, sus primeros cien días, de alcanzar las condiciones necesarias para iniciar esa gran ilusión que es la creación de empleo (facilitar el crédito, exención de impuestos por contratación, facilidades para las pymes… ) y sin duda ha mostrado parte ya del camino que quiere que le ayuden a recorrer la mayoría de los españoles.
Lo ha hecho sin vender humo, sino contando la realidad que conocemos todos. La clave es si el al frente con el equipo que ha formado es capaz de generar todas esas situaciones necesarias para generar empleo, el gran objetivo, por no decir casi único, que se ha impuesto el nuevo Ejecutivo durante, al menos, la primera fase de esta legislatura.
La mayoría absoluta que le han dado los ciudadanos españoles y la crisis en que está inmerso el Partido Socialista hace que al menos durante los próximos meses Rajoy pueda trabajar con prisa y sin pausa por ir alcanzando metas. Es cierto que el Parlamento es muy plural, y que suma muchos portavoces, y que tendrá que escuchar a representantes de muchas autonomías reclamando euros. Pero Rajoy no necesita como Zapatero el apoyo de nadie, solo la coherencia, rectitud, independencia y honradez que le han solicitado sus más de diez millones holgados de votantes. No soy adivino, pero sino le falla el equipo tiene posibilidades, ciertamente, de hacer historia.